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Geopolítica Asia-Pacífico

Por qué según Estados Unidos estuvo bien lanzar las bombas atómicas contra Japón

Estados Unidos ha defendido el bombardeo nuclear argumentando que fue decisivo para que Japón se rindiera. Aunque los japoneses tenían la guerra perdida, no pensaban capitular. Derrotarles con armas convencionales habría llevado años y provocado muchas más muertes que las 200.000 de Hiroshima y Nagasaki.
Por qué según Estados Unidos estuvo bien lanzar las bombas atómicas contra Japón
Fuente: Wikimedia

Oppenheimer, la película de Christopher Nolan, es fiel a la realidad en un detalle: la ausencia de sonido de una explosión nuclear. Los testimonios de muchos supervivientes de Hiroshima insistían en ese silencio, como recogió John Hersey en su famoso reportaje para la revista The New Yorker en 1946. Las víctimas describen un tremendo fogonazo y, segundos después, una ola caliente que arrasa con todo. 

Aquel destello silencioso se llevó, según las estimaciones más modernas, 140.000 vidas en Hiroshima y 70.000 más en Nagasaki, un acto que encaja con la definición de un crimen de lesa humanidad. Estados Unidos ha defendido su decisión como un mal necesario que salvó muchas más vidas de las que quitó y les ahorró una dura campaña para invadir Japón. 

Pero lo cierto es que los ataques de Hiroshima y Nagasaki salvaron, además de muchas vidas estadounidenses, todavía más vidas japonesas, soviéticas y chinas. Aunque la decisión no fuera defendible moralmente, desde el punto de vista de Estados Unidos sí parecía la forma más efectiva de acabar con la guerra y de asegurarse la hegemonía geopolítica en la posguerra.

Cómo derrotar al Ejército japonés

El Imperio japonés estaba lejos de colapsar en el verano de 1945. Todavía controlaba amplias zonas de China, Indochina o Indonesia, además de toda Corea y Manchuria. Había perdido terreno en Filipinas y las islas del Pacífico que, poco a poco, Estados Unidos le había ido arrebatando. Pero los estadounidenses ni siquiera habían llegado a las islas japonesas principales: solo habían podido tomar la de Okinawa, entre abril y junio, en la batalla más sangrienta del Pacífico.

Por si fuera poco, buena parte del Ejército japonés estaba intacto: a mediados de 1945 aún tenían entre cinco y seis millones de combatientes. Y no se rendían. Esto disparaba las muertes niponas, fuese a través del suicidio o mediante ataques desesperados. Si en Guadalcanal Estados Unidos sufrió un 12% de muertos en combate, el porcentaje ...

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